Quizás nunca leas esto, quizás nunca te des por enterado, quizás jamás me atreva a decírte lo que mi corazón me susurra, quizás si lo haga... estaré perdido en un océano de quizás, pero nunca me arrepentiré de pensar y sentir lo que mi cabeza y corazón me dictan...
[...] Y finalmente, aquel que creía mi príncipe, acabó atravesando con su espada mi pecho... y poco a poco, cada una de las lágrimas que de all salían, inundo tu conciencia… Y entonces, solo entonces, fue cuando te percataste de que realmente habías hecho pedazos la única estrella que brillaba en tu cielo… pero ya era demasiado tarde… porque habías apagado de un plumazo ese halo que te daba paz… [...]
Hoy Camila de dedica... Solo para ti....
Eres todo lo que pedía
Lo q mi alma vacía
Quería sentir
Eres lo que tanto esperaba
Lo que en sueños buscaba
Y que en ti descubrí
Tú has llegado a encender
Cada parte de mi alma
Cada espacio de mi ser
Ya no tengo corazón
Ni ojos para nadie
Solo para ti
Eres el amor de mi vida
El destino lo sabia
Y hoy te puso ante mí
Y cada vez que miro al pasado
Es que entiendo que a tu lado
Siempre pertenecí
Tú has llegado a encender
Cada parte de mi alma
Cada espacio de mi ser
Ya no tengo corazón
Ni ojos para nadie
Solo para ti
Solo para ti
Solo para ti
Solo para ti
Esto es en verdad
Lo puedo sentir
Se que mi lugar
Es junto a ti…
Eres todo lo que pedía
Lo que no conocía
Y que en ti descubrí.
En muchas ocasiones, nos miramos ante el espejo sin saber realmente si lo que vemos es un reflejo fiel de lo que queremos ser. En cambio, otras veces nos miramos temiendo ver que lo que se refleja sea exactamente aquello que somos.
Sea cual sea la finalidad con la que nos miremos, siempre habrá alguien al que le resulte difícil aceptar lo que allí vea. ¿Cómo puede un objeto inanimado convertirse en tan tremendo enemigo? ¿Cómo un objeto tan solo refleja la realidad puede causar tantos estragos?
¿Puede haber peor sensación que levantarte un día, contento, con ganas de enfrentarte a la vida, con objetivos que llevar a cabo, y que todo ello se vea truncado en el momento en el que te desnudas frente al espejo para tomar una simple ducha? En el momento en el que ese espejo refleja aquello que eres, aquello que tanto temes ver cada día…
Día tras día, todo trascurre igual. Te das la ducha, rápidamente, para no tener que atender en exceso a aquella imagen que el espejo te devuelve, te vistes con tus mejores galas, te pones aquella máscara de indiferencia para aparentar que nada te importa, que nada de lo que la gente diga o piense te afecta, sales a la calle dispuesto a comerte el mundo, dispuesto a llevar a cabo aquellos objetivos planteados en el momento en el que te habías levantado. Llega la prueba de fuego, y sales a la calle. Mientras bajas por el ascensor te mentalizas que nada ni nadie te pueden herir, ni con una risotada, ni con una mirada, ni con un cuchicheo.
Paseas por la calle de camino al metro, con la música de tu mp3 como banda sonora; con la música alta, tan alta como para acallar las voces de tu interior que te dicen que te estás engañándo a ti mismo, que estás viviendo una realidad que no quieres. Sigues caminando, y sigue sonando aquella música, aquella canción que te recuerda momentos de tu vida en los que por alguna razón sentías atisbos de felicidad en tu corazón. Un corazón que antes latía por vivir un futuro, por labrar un futuro, por ser alguien, y que ahora, solo late para tener energía para superar el día a día.
Llegas a tu destino, cuelgas tu abrigo, pero te dejas puesta la máscara que llevas desde que saliste de casa. Intentas llevar a cabo lo mejor que puedes tus tareas, y así va pasando lentamente la jornada. Sientes como algunos, en el trascurso de tu día, te miran y hablan bajito, y tú piensas que todo es envidia, piensas que ya les gustaría a ellos, e incluso te ríes intentando adivinar las sandeces que estarán diciendo de ti. Pero dentro de ti, muy en el fondo de tú ser lloras, gritas e intentas controlar tus ideas. En el fondo piensas que te gustaría ser como ellos quieren que seas. Te gustaría ser una persona plana, sin ningún ápice de originalidad en tu personalidad, una persona más entre la multitud, vestido de una ingrata falsedad con la que lucir un aspecto perfecto, un aspecto que ni Adonis sería capaz de superar. Piensas en lo que serías capaz de dar a cabio de esa belleza divina.
Apaciguas esa pena, ese sentimiento que aunque te cueste reconocer, te quema, te corta, te despedaza por dentro. Piensas para calmar esa pena en lo bonito que sería recibir en ese instante un mensaje de ánimo de esa persona que te ama, de esa persona que sería capaz de entregar todo por ti. Piensas lo bonito que sería llegar a casa y encontrar sentado en el sofá, esperándote con los brazos abiertos, a esa persona, que desea sobre todo en el mundo, el abrazarte y el quererte.
Qué gran poder el de esas dos palabras… que gran el poder de un TE QUIERO, que es capaz de cubrir todo el dolor que se siente, que es capaz de dar luz cuando todo es oscuridad.
Acabas el día y emprendes el camino a casa, vuelve a sonar esa canción, y por dentro vuelves a llorar, vuelves a gritar. De camino a casa te encuentras con alguien que hace amago de cruzar unas palabras contigo, pero estás tan desganado que agachas la cabeza y te limitas a saludar.
Llegas a casa, vuelves a colgar el abrigo, y ahora sí, te quitas esa máscara en la que a lo largo del día, se han ido posando todas aquellas lágrimas derramadas en tu interior. Miras los mensajes de tú contestador, y ves como tus amigos se han acordado de ti, como se preocupan por ti, pero aun así te sientes solo; estás solo, cansado, y piensas que es el momento ideal para darte otra ducha. De repente, recuerdas que la ducha está custodiada por ese gran reto, por ese gran enemigo, EL ESPEJO. Sospesas las opciones y acabas pensando que mejor te das la ducha mañana por la mañana, y te sientas en la mesa, frente al ordenador. Lo enciendes y te preguntas si hoy será el día de conocer alguien vía red que valga la pena, que sea capaz de darte aquello que anhelas, aquello que deseas. Te conectas cargado con una cierta ilusión, con una leve esperanza, pero pasan los minutos y nadie habla, ven tu foto y no dicen ni un mísero hola.
Con tu gozo en un pozo, apagas el ordenador, y te acuestas, pensando que al menos mientras duermes, nada ni nadie te va a poder atormentar de nuevo. Mientras intentas conciliar el sueño comienzas a pensar. En el fondo, sabes que tus pensamientos son el peor tormento que puedes sufrir. Vuelves a retomar esos pensamientos sobre la felicidad del amor, sobre cómo sería si fueses una más entre una multitud, y comienzas de nuevo a fustigarte a ti mismo, a despreciar cada milímetro de tú cuerpo, cada milímetro de tú piel. Piensas que realmente tu problema tiene una fácil solución, dura, pero fácil al fin y al cabo, aunque careces de valor y de fuerza de voluntad para poder llevarla a término. De repente, un pensamiento empieza a cobrar fuerza dentro de tu cabeza. Buscas una manera rápida de acabar con este sufrimiento, con este problema, que aunque no es aparente, te está matando. Comienzas a pensar sobre que pasaría si desaparecieses, si desaparecieses para siempre.
Piensas en el dolor que sentirían esas pocas personas a las que les importaría si desaparecieras; el dolor de tu familia, el dolor de tus amigos mientras se despiden de ti, las lágrimas que derramarían por ti, pero por otro lado ves el consuelo que supondría para ti el dejar de sufrir. El dejar de tener falsas esperanzas en el amor, en que algún día alguien será capaz de mirar más allá en ti, y se entregará en cuerpo y alma.
Te armas de valor y tomas la decisión, ahora, en este preciso momento, a esta hora todo este dolor acabará. Solo una cosa te separa del cometido: pasar delante del espejo para tomar ese bote de pastillas, esas pastillas que apagarán poco a poco aquella escasa luz que brilla en tu interior. Cruzas el pasillo y entras en la habitación. Enciendes la luz y recorres los escasos metros que te separan del armario donde están guardadas aquellas pastillas que, una tras otra, irán deslizando tu alma hacia lo que tú crees que será una vida mejor, una vida en la que no existe el dolor, o en la que tú crees que no existe el dolor.
Paso tras paso te aproximas al espejo… llega el momento de verse reflejado… te miras… te miras y no te gusta lo que ves. Te despides de ti mismo con lágrimas en los ojos. Con suma rapidez coges el bote y sales despavorido de la habitación, cerrando la puerta tras de ti, como si esa puerta fuera capaz de contener a un fantasma que te persigue, como si fuera capaz de custodiar algo que te acecha.
Llegas a tu dormitorio y te acuestas en la cama, te acomodas, te preparas como si fueses a emprender el mayor y dulce de los sueños… y llega el momento… dudas por unos instantes, pero al final la desesperación se apodera de ti y rompes de nuevo en llanto.
Una a una tomas las pastillas…
Cada una de ellas supone un paso más que te acerca al descanso… que te acerca a la paz.
Tomas la última…
Mientras te vas apagando, un fogonazo de luz se abre paso en tu mente… y descubres porque temes tanto al espejo… no temes al espejo, temes al mundo en si… ese mundo que se ha convertido en tu espejo particular, un espejo que se encarga de reflejar día a día como eres, lo que odias, lo que no tienes, lo que anhelas… con este descubrimiento una lágrima recorre tu mejilla, cierras los ojos con la esperanza de poder romper ese espejo…
Y te sumes en ese profundo y eterno sueño… por fin sientes la paz y el sosiego…
Los que seáis valencianos, seguramente conoceréis esta receta... es más seguro que recordáis como las hacían nuestras madres o abuelas para merendar... Aquí os traigo hoy la receta de la famosa COCA DE LLANDA. Espero que la disfrutéis ;)
Ingredientes:
6 huevos.
800 gr de harina.
650 gr de azúcar.
500 ml de aceite de oliva virgen.
500 ml de leche.
La raspadura de un limón
½ sobre levadura (25 gr aprox).
Preparación:
Primero bate los huevos con la raspadura de limón. Después añádele el azúcar y continúa batiendo. Luego añádele el aceite y la leche, y vuelve a batir todo. En un recipiente a parte, mezcla la harina con la levadura, y añades estos ingredientes a la mezcla anterior (añadir poco a poco). Integra los ingredientes con movimientos envolventes (no batas). Hecha la mezcla, vuélcalo todo en un molde de aluminio, y lo metes al horno a unos 160º durante 30 minutos. Tiene que coger un colorcito cobre.
Adicional: Una vez saques del horno la coca y se haya enfriado, derrite chocolate al baño María y cubres toda la superficie.
Y plin, una coca de llanda lista para comer ;) ¡¡RIQUÍSMA!!
Se que dije que no me abriría ninguna red social más... sé que dije que no tengo mucho tiempo libre para poder actualizar... pero... ¿qué queréis? soy así de caprichoso... y quiero estar en todos los fregaos...
Quizás si no me conoces más que de ver mis vídeos, tengas una imagen de mi en la que la locura es mi premisa para vivir el día a día... con este blog, con B no con V, pretendo mostrar una faceta ,tal vez desconocida para muchos (o muy conocida para otros), en la que mostraré pensamientos o ralladas mías... pensamientos que tal vez no tengan sentido... pero que igual al escribirlos, tomen sentido alguno...
Comienzo esta andada con mucha ilusión metida en mi mochila... así que, si quieres seguir viendo como este psicólogo intenta poner en orden sus pensamientos... yo estaré encantado en que me leas ;)